TIERRAS JUNTAS | Disco-arte
EntreQuatre y el Cuarteto Latinoamericano han gestado un producto tan transversal, aglutinador de artes, y tan singular que no cabe en otras etiquetas, por eso le han llamado DiscoArte.
A principios de siglo los dos cuartetos, de cuerdas y de guitarras, se encuentran en Asturias y al comprobar la enorme similitud de trayectorias, repertorio, incluso de criterios de interpretación, surge inevitable la idea de un proyecto común.
Cada cuarteto propuso dos compositores y así se incorporaron el costarricense Alejandro Cardona y mexicano Enrico Chapela por el Cuarteto Latinoamericano, y el hispanocubano Flores Chaviano y el madrileño Luis Barroso por EntreQuatre; la quinta obra, del uruguayo Miguel del Águila, ya la tocaban los dos cuartetos por separado y solo hizo falta articular una versión compartida. El repertorio resultante no puede ser, a la vez, más coherente y más complementario: un impetuoso retrato del actual panorama sonoro iberoamericano.
Con programa tan singular de plantilla inédita no encajaba un soporte acostumbrado y convencional, así que después de mucho cavilar, otro tanto de discurrir y más especular, se llegó a la conclusión de que el CD llevaría una obra de arte original -no una reproducción-; el pintor Ramón Isidoro se encargó de la creación de un inmenso lienzo de 12 metros de largo inspirado en el tema del disco y con las suficientes microtexturas como para que una vez troceado en una inmensidad de pequeños lienzos de 12 x 12 centímetros, cada uno de ellos tuviera su particular trama sin abandonar la esencia de la obra completa. Para el diseño de la portada se contó con Fernando Oliva. El resultado es un producto nuevo que precisaba inédita etiqueta: disco-arte.
En cuanto a los textos, debían ser cómplices de lo peculiar y quedaron a cargo de Jose Luis Téllez, maestro del escudriñe del pentagrama y su consiguiente minucioso relato.
He aquí todos los ingredientes para un disco que trata de juntar tierras y artes, un disco que estrena plantilla, música, formato y etiqueta.
EntreQuatre y el Cuarteto Latinoamericano han gestado un producto tan transversal, aglutinador de artes, y tan singular que no cabe en otras etiquetas, por eso le han llamado DiscoArte.
A principios de siglo los dos cuartetos, de cuerdas y de guitarras, se encuentran en Asturias y al comprobar la enorme similitud de trayectorias, repertorio, incluso de criterios de interpretación, surge inevitable la idea de un proyecto común.
Cada cuarteto propuso dos compositores y así se incorporaron el costarricense Alejandro Cardona y mexicano Enrico Chapela por el Cuarteto Latinoamericano, y el hispanocubano Flores Chaviano y el madrileño Luis Barroso por EntreQuatre; la quinta obra, del uruguayo Miguel del Águila, ya la tocaban los dos cuartetos por separado y solo hizo falta articular una versión compartida. El repertorio resultante no puede ser, a la vez, más coherente y más complementario: un impetuoso retrato del actual panorama sonoro iberoamericano.
Con programa tan singular de plantilla inédita no encajaba un soporte acostumbrado y convencional, así que después de mucho cavilar, otro tanto de discurrir y más especular, se llegó a la conclusión de que el CD llevaría una obra de arte original -no una reproducción-; el pintor Ramón Isidoro se encargó de la creación de un inmenso lienzo de 12 metros de largo inspirado en el tema del disco y con las suficientes microtexturas como para que una vez troceado en una inmensidad de pequeños lienzos de 12 x 12 centímetros, cada uno de ellos tuviera su particular trama sin abandonar la esencia de la obra completa. Para el diseño de la portada se contó con Fernando Oliva. El resultado es un producto nuevo que precisaba inédita etiqueta: disco-arte.
En cuanto a los textos, debían ser cómplices de lo peculiar y quedaron a cargo de Jose Luis Téllez, maestro del escudriñe del pentagrama y su consiguiente minucioso relato.
He aquí todos los ingredientes para un disco que trata de juntar tierras y artes, un disco que estrena plantilla, música, formato y etiqueta.
EntreQuatre y el Cuarteto Latinoamericano han gestado un producto tan transversal, aglutinador de artes, y tan singular que no cabe en otras etiquetas, por eso le han llamado DiscoArte.
A principios de siglo los dos cuartetos, de cuerdas y de guitarras, se encuentran en Asturias y al comprobar la enorme similitud de trayectorias, repertorio, incluso de criterios de interpretación, surge inevitable la idea de un proyecto común.
Cada cuarteto propuso dos compositores y así se incorporaron el costarricense Alejandro Cardona y mexicano Enrico Chapela por el Cuarteto Latinoamericano, y el hispanocubano Flores Chaviano y el madrileño Luis Barroso por EntreQuatre; la quinta obra, del uruguayo Miguel del Águila, ya la tocaban los dos cuartetos por separado y solo hizo falta articular una versión compartida. El repertorio resultante no puede ser, a la vez, más coherente y más complementario: un impetuoso retrato del actual panorama sonoro iberoamericano.
Con programa tan singular de plantilla inédita no encajaba un soporte acostumbrado y convencional, así que después de mucho cavilar, otro tanto de discurrir y más especular, se llegó a la conclusión de que el CD llevaría una obra de arte original -no una reproducción-; el pintor Ramón Isidoro se encargó de la creación de un inmenso lienzo de 12 metros de largo inspirado en el tema del disco y con las suficientes microtexturas como para que una vez troceado en una inmensidad de pequeños lienzos de 12 x 12 centímetros, cada uno de ellos tuviera su particular trama sin abandonar la esencia de la obra completa. Para el diseño de la portada se contó con Fernando Oliva. El resultado es un producto nuevo que precisaba inédita etiqueta: disco-arte.
En cuanto a los textos, debían ser cómplices de lo peculiar y quedaron a cargo de Jose Luis Téllez, maestro del escudriñe del pentagrama y su consiguiente minucioso relato.
He aquí todos los ingredientes para un disco que trata de juntar tierras y artes, un disco que estrena plantilla, música, formato y etiqueta.